Leopoldo María Panero es uno de los poetas más especiales,
solitarios y de vida maldita que han existido en el siglo XX.
Hijo del reconocido poeta falangista Leopoldo Panero y de Felicidad Blanc, quien escribió y publicó novelas
antes de de su matrimonio. Hermano de escritores y críticos de cine, la vida
de su familia fue analizada por Jaime Chávarri en “El desencanto”, película que
fue continuada por Ricardo Franco, veinte años después en “Después de tantos años”.
Castellet lo incluyó en su antología “Nueve novísimos poetas
españoles” en 1970 y en esos años
comienza su peregrinar por hospitales psiquiátricos fruto de sus experiencias con diferentes
drogas, alcohol, lo que acentuó su esquizofrenia. En
sus momentos de lucidez , sin embargo, produjo docenas de libros de una calidad
sublime, además de traducciones y ensayos, dando muestra de una cultura
amplísima que le permitían citar de memoria ensayos filosóficos, científicos,
así como obras literarias en varios idiomas.
Pero no solo cita sesudos ensayos, también cita películas,
obras clásicas como la isla del tesoro, o canciones populares.
Aunque esta denominación no le gustaba nada, es el prototipo
del “Poeta Maldito”, admirado por la crítica y el público, así como por otros
artistas que ven en su obra una fuente mágica de arte. ¿Podía ser considerado
de otra manera que “maldito” alguien capaz de escribir textos como Peter Punk, la monja
atea o el lamento de un vampiro?
Así, ha sido homenajeado por diversos artistas, como el
disco homenaje con sus textos que grabaron Carlos Ann, Bunbury, José María
Ponce y Bruno Galindo hace ya diez años.
Sus Cuentos completos
están editados por Tua Blesa en Páginas de Espuma.
En cuanto a su poesía, recomiendo la poesía completa (2000-2010) , también editada por Tua Blesa, en Visor.
Aunque lo mejor será leer sus palabras:
A quién me leyere
Los libros caían
sobre mi máscara (y donde había un rictus de viejo moribundo), y las palabras
me azotaban y un remolino de gente gritaba contra los libros, así que los eché
todos a la hoguera para que el fuego deshiciera las palabras…
Y salió un humo azul diciendo adiós a los libros ya mi mano que escribe: “Rumpete libros, ne rumpant anima vestra”: que ardan, pues, los libros en los jardines y en los albañales y que se quemen mis versos sin salir de mis labios: el único emperador es el emperador del helado, con su sonrisa tosca, que imita a la naturaleza y su olor a queso podrido y vinagre. Sus labios no hablan y ante esa mudez me asombro, caigo estático de rodillas, ante el cadáver de la poesía.
Y salió un humo azul diciendo adiós a los libros ya mi mano que escribe: “Rumpete libros, ne rumpant anima vestra”: que ardan, pues, los libros en los jardines y en los albañales y que se quemen mis versos sin salir de mis labios: el único emperador es el emperador del helado, con su sonrisa tosca, que imita a la naturaleza y su olor a queso podrido y vinagre. Sus labios no hablan y ante esa mudez me asombro, caigo estático de rodillas, ante el cadáver de la poesía.
Poemas del Manicomio de
Mondragón, Hiperión.
En el enlace, podemos escuchar al autor recitando sus poemas en el vídeo titulado Merienda de negros, y creado
por Elba Martínez.
Leopoldo escribió un texto que hoy cobra más significado que
nunca:
Me celebro y me odio
Me celebro y me odio a mí mismo
palpo el muro en que habrá de grabarse mi ausencia
mientras el poema se escribe contra mí,
contra mi nombre
como una maldición del tiempo.
Escupo estos versos en la guarida de Dios
donde nada existe
palpo el muro en que habrá de grabarse mi ausencia
mientras el poema se escribe contra mí,
contra mi nombre
como una maldición del tiempo.
Escupo estos versos en la guarida de Dios
donde nada existe
sino el poema contra mí.
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