José Manuel Caballero Bonald ha escrito poesía, novela,
ensayo, artículos, ha sido profesor, crítico,… y un noctámbulo confeso. Desde hoy es también Premio Cervantes, y lo recibirá el próximo 23 de abril en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares como manda la tradición.
Imagen del autor tomada de la página de su Fundación.
Su obra poética ha recibido los premios Platero,
Boscán y el Reina Sofía de Poesía de Poesía Iberoamericana. Es tres
veces Premio Nacional de la Crítica y Premio Nacional de las Letras 2005, entre
otros muchos reconocimientos.
Se le consideró miembro de la Generación del 50, en la que
también estaba incluido Juan Goytisolo, que aparecía entre los candidatos al
premio.
Los miembros de la Generación del 50 ante la tumba de Antonio Machado en el XX aniversario de su muerte. Caballero Bonald es el segundo por la izaquierda. Imagen tomada de la web de la Fundación Caballero Bonald.
Estos son apenas unos datos sobre una intensa biografía. En
este artículo del diario ABC podrás profundizar en su vida y su obra.
Aquí podrás acceder a una completa entrevista que le realizaron en la Revista Arquitrave en el año 2007.
Portada de la página de la fundación.
Desde 1998 preside la fundación que lleva su nombre en Jerez y afirma que es uno de sus mayores orgullos. Pinchando sobre la portada de la fundación llegarás a ella.
Este mismo año ha publicado Entreguerras, su biografía poética. Aquí puedes leer el inicio.
Cuando hace unas horas he conocido la noticia lo primero que
me ha venido a la cabeza ha sido su Manual de infractores, libro de poemas que
recibió el Premio Nacional de las Letras y que comienza con este poema titulado Summa Vitae:
De todo lo que amé en días inconstantes
ya sólo van quedando
rastros,
marañas,
conjeturas,
pistas dudosas, vagas informaciones:
por ejemplo, la lluvia en la lucerna
de un cuarto triste de París,
la sombra rosa de los flamboyanes
engalanando a franjas las casa familiar de Camagüey,
aquellos taciturnos rastros de Babilonia
junto a los barrizales suntuosos del Éufrates,
un arcaico crepúsculo en las Islas Galápagos,
los prolijos fantasmas
de un memorable lupanar de Cádiz,
una mañana sin errores
ante la tumba de Ibn’Arabi en un suburbio de Damasco,
el cuerpo de Manuela tendido entre los juncos de Doñana,
aquel café de Bogotá
donde iba a menudo con amigos que han muerto,
la gimiente tirantez del velamen
en la bordada previa a aquel primer naufragio...
Cosas así de simples y soberbias.
Pero de todo eso
¿qué me importa
evocar, preservar después de tan volubles
comparecencias del olvido?
Nada sino una sombra
cruzándose en la noche con mi sombra.
ya sólo van quedando
rastros,
marañas,
conjeturas,
pistas dudosas, vagas informaciones:
por ejemplo, la lluvia en la lucerna
de un cuarto triste de París,
la sombra rosa de los flamboyanes
engalanando a franjas las casa familiar de Camagüey,
aquellos taciturnos rastros de Babilonia
junto a los barrizales suntuosos del Éufrates,
un arcaico crepúsculo en las Islas Galápagos,
los prolijos fantasmas
de un memorable lupanar de Cádiz,
una mañana sin errores
ante la tumba de Ibn’Arabi en un suburbio de Damasco,
el cuerpo de Manuela tendido entre los juncos de Doñana,
aquel café de Bogotá
donde iba a menudo con amigos que han muerto,
la gimiente tirantez del velamen
en la bordada previa a aquel primer naufragio...
Cosas así de simples y soberbias.
Pero de todo eso
¿qué me importa
evocar, preservar después de tan volubles
comparecencias del olvido?
Nada sino una sombra
cruzándose en la noche con mi sombra.
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